domingo, 25 de diciembre de 2011

mi charla TEDx

TED es un evento que ofrece charlas en vivo sobre ideas que merecen la pena ser compartidas. El 25 de noviembre tuve la suerte de ser invitado al TEDx Galicia 2011, organizado excelentemente por Marcos Perez. Un día entre ponentes tan variopintos como economistas, historiadores, científicos y artistas en Santiago de Compostela. Cuántas charlas inspiradoras y cuántas personas tan maravillosas... ¡Una experiencia alucinante!


Durante mi ponencia, no pude resistirme a hacer un par de juegos de magia... Sin embargo la charla versaba sobre un tema un tanto controvertido, que me atrevo a exponer aquí parcialmente, con cierto escrúpulo, por ser Navidad...


Dilema creativo: ¿arte o entretenimiento?

Me gustaría hablar de la creatividad desde la perspectiva de alguien que le interesa el arte pero que trabaja en la industria del entretenimiento. En mi caso, como ilusionista, soy consciente de que la mayor parte de la gente piensa que la creatividad de los magos se reduce a lo que sacamos de la chistera: podríamos hacer aparecer cualquier cosa pero sólo se nos ocurre sacar un conejo... ¿qué clase de creatividad es esta? Esto es como si la gran idea de un ser omnisciente y omnipotente fuese crear al hombre...

Creo que la creatividad no es un talento, sino una actitud.
Si la creatividad fuese un talento entonces lo podríamos medir o evaluar, si es mejor o peor... En cambio si es una actitud entonces desaparece el miedo a equivocarse, simplemente nos mueve el impulso creativo, la libertad de explorar, la curiosidad del niño que juega sin límites ¿no es esa la piedra angular de la creatividad?








¿Pero qué sucede si le piden a un artista que intente crear un objeto de consumo? Es decir, un producto comercial o un éxito de venta. ¿Qué diría un niño si le planteas esto? Yo creo que hacerle esa pregunta a un niño es tan absurdo como hacerle esa pregunta a un artista.
Es como pedirle a Bach o a Mozart que compongan la canción del verano, o decirle a Shakespeare que escriba un best-seller, o contratar a un director de cine experimental para que fabrique un taquillazo. Que le pidan a un artista que su obra sea comercial es legítimo, pero creativamente absurdo.
Puede que un artista, sin pretenderlo, cree un producto rentable, pero esto no puede ser programado creativamente por el artista, a menos que pierda su condición y espíritu de artista. Sin embargo, cuando sucede fortuitamente es fantástico que se pueda rentabilizar esa creación.
¿Entonces se puede ser artista profesional? Este es un dilema al que me enfrento y se enfrenta cualquiera, de la rama artística que sea... Yo creo que no se puede pretender serlo, pero se puede serlo. Si creas algo original y artístico, y a la gente le gusta y lo compra, pues entonces lo eres. Pero si pretendes que le guste a la gente y renuncias a expresar algo único, auténtico y personal como artista, entonces te podrás llamar profesional, pero no artista.








Por otro lado ¿qué es más deseable, tener la rentabilidad de un museo o la de un casino? ¡La del casino sin duda! Pero una cosa es desear que tu obra artística sea rentable, igual que deseas que mañana no llueva, y otra muy distinta es crearla condicionado por ese deseo.
La actitud creativa del artista o del que busca un resultado artístico, no se debe al público, sino a sí mismo. Va de dentro hacia afuera (expresa algo personal)
En cambio la actitud creativa comercial, del que busca un éxito de entretenimiento, se supedita más al gusto ajeno, el énfasis o la motivación está en satisfacer al espectador. Trabaja de afuera hacia adentro.
En la práctica las cosas son siempre más difusas, y la actitud es también subjetiva, pero mi tesis se resume en esto: la creatividad en el arte y la creatividad en la industria de consumo, son excluyentes.
Esto quiere decir que no es posible buscar un equilibrio creativo. Sin embargo sí es posible encontrar un equilibrio a la hora de seleccionar las obras creadas. Pero esa ya es otra historia...

lunes, 19 de diciembre de 2011

CITA MÁGICA DEL MES - Diciembre 2011

"La palabra es como el pájaro, no vuelve a ser huevo”
   Emily Dickinson



sábado, 10 de diciembre de 2011

Reflejos

Reflejos” es una composición de magia con cartas, creada por el genial Pepe Carrol. 
Desde el principio me cautivó su temática, que evoca el cuento de “Alicia a través del espejo”, y el hecho de que se pueda realizar con una baraja normal.

Durante años experimenté variantes en la estructura, en las técnicas y en la presentación hasta llegar a una versión que se ha convertido en un juego credencial de mi repertorio. 

Recuerdo como anécdota cuando lo presenté en el concurso del FISM Beijing 2009, con una charla que dice: “Imaginad un mundo en el que no hay tiempo, sólo imágenes”. Me descalificaron por pasarme de tiempo...



En la grabación se escucha un tema original de piano compuesto e interpretado en directo por el mago Eloy Fernández Mateos en el Bâbâ Bar de A Coruña. El texto que utilizo se basa en un cuento del sugerente libro “Sueños de Einstein” de Alan Lightman. El manejo técnico y estructura está también inspirada en la versión de mi admiradísimo Gabi Pareras (que aporta estética y simplifica los movimientos de la original de Carrol), unida a la idea del mago Aranda para que la rutina se haga sin necesidad de mesa (en manos del espectador), y con aportaciones entre otros de Helder Guimarães, Juan Manuel Marcos, Pedro Bryce, mi hermano Román García, y Javier Piñeiro. Gracias a todos ellos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

EFECTO MÁGICO - Diciembre 2011

Inauguro esta sección mensual, en la que propongo un efecto de magia como quien propone un sueño, un poema o una visión. Es un deseo en estado onírico, un sentimiento mágico expresado únicamente en palabras. 


A la luz de una vela un mago junta sus manos en forma de paloma. La sombra proyectada en la pared se hace cada vez más y más realista hasta que, por un momento, una paloma adquiere vida en las manos del mago. El primer aleteo agita el aire y apaga la vela. La paloma se esfuma y el mago queda solo en la oscuridad.
                                                                                                                                                                            


Obra de Tim Noble y Sue Webster