TED es un evento que ofrece charlas en vivo sobre ideas que merecen la pena ser compartidas. El 25 de noviembre tuve la suerte de ser invitado al TEDx Galicia 2011, organizado excelentemente por Marcos Perez. Un día entre ponentes tan variopintos como economistas, historiadores, científicos y artistas en Santiago de Compostela. Cuántas charlas inspiradoras y cuántas personas tan maravillosas... ¡Una experiencia alucinante!
Durante mi ponencia, no pude resistirme a hacer un par de juegos de magia... Sin embargo la charla versaba sobre un tema un tanto controvertido, que me atrevo a exponer aquí parcialmente, con cierto escrúpulo, por ser Navidad...
Dilema creativo: ¿arte o entretenimiento?
Me gustaría hablar de la creatividad desde la perspectiva de alguien que le interesa el arte pero que trabaja en la industria del entretenimiento. En mi caso, como ilusionista, soy consciente de que la mayor parte de la gente piensa que la creatividad de los magos se reduce a lo que sacamos de la chistera: podríamos hacer aparecer cualquier cosa pero sólo se nos ocurre sacar un conejo... ¿qué clase de creatividad es esta? Esto es como si la gran idea de un ser omnisciente y omnipotente fuese crear al hombre...
Creo que la creatividad no es un talento, sino una actitud.
Si la creatividad fuese un talento entonces lo podríamos medir o evaluar, si es mejor o peor... En cambio si es una actitud entonces desaparece el miedo a equivocarse, simplemente nos mueve el impulso creativo, la libertad de explorar, la curiosidad del niño que juega sin límites ¿no es esa la piedra angular de la creatividad?
¿Pero qué sucede si le piden a un artista que intente crear un objeto de consumo? Es decir, un producto comercial o un éxito de venta. ¿Qué diría un niño si le planteas esto? Yo creo que hacerle esa pregunta a un niño es tan absurdo como hacerle esa pregunta a un artista.
Es como pedirle a Bach o a Mozart que compongan la canción del verano, o decirle a Shakespeare que escriba un best-seller, o contratar a un director de cine experimental para que fabrique un taquillazo. Que le pidan a un artista que su obra sea comercial es legítimo, pero creativamente absurdo.
Puede que un artista, sin pretenderlo, cree un producto rentable, pero esto no puede ser programado creativamente por el artista, a menos que pierda su condición y espíritu de artista. Sin embargo, cuando sucede fortuitamente es fantástico que se pueda rentabilizar esa creación.
¿Entonces se puede ser artista profesional? Este es un dilema al que me enfrento y se enfrenta cualquiera, de la rama artística que sea... Yo creo que no se puede pretender serlo, pero se puede serlo. Si creas algo original y artístico, y a la gente le gusta y lo compra, pues entonces lo eres. Pero si pretendes que le guste a la gente y renuncias a expresar algo único, auténtico y personal como artista, entonces te podrás llamar profesional, pero no artista.
Por otro lado ¿qué es más deseable, tener la rentabilidad de un museo o la de un casino? ¡La del casino sin duda! Pero una cosa es desear que tu obra artística sea rentable, igual que deseas que mañana no llueva, y otra muy distinta es crearla condicionado por ese deseo.
La actitud creativa del artista o del que busca un resultado artístico, no se debe al público, sino a sí mismo. Va de dentro hacia afuera (expresa algo personal)
En cambio la actitud creativa comercial, del que busca un éxito de entretenimiento, se supedita más al gusto ajeno, el énfasis o la motivación está en satisfacer al espectador. Trabaja de afuera hacia adentro.
En la práctica las cosas son siempre más difusas, y la actitud es también subjetiva, pero mi tesis se resume en esto: la creatividad en el arte y la creatividad en la industria de consumo, son excluyentes.
Esto quiere decir que no es posible buscar un equilibrio creativo. Sin embargo sí es posible encontrar un equilibrio a la hora de seleccionar las obras creadas. Pero esa ya es otra historia...